25 de Abril 2013
JEAN LEON, una vida fascinante y unos vinos míticos
Segunda parte
La aventura de elaborar un gran vino estaba pendiente para Jean Leon y, pronto, puso todo su empeño en ello. Quería ofrecer a sus comensales un gran vino y no se lo pensó dos veces: lo creó por su cuenta. La historia comenzó en el restaurante La Scala, donde en los años cincuenta conoció a Andrew Amerine, profesor de Viticultura y Enología en la Universidad Davis de California. Jean Leon se inscribió en uno de sus cursillos y empezó a buscar dónde podría plantar su viñedo.
La búsqueda le llevó a California y después a Francia, divisa de sus vinos preferidos, pero los elevados precios hicieron que acabara inclinándose por el Penedés. Se decidió por el Penedés gracias aconsejado por el profesor Amerine. Le dijo que Cataluña era el lugar propicio para plantar sus viñedos, por las características climáticas, por su orientación geográfica, por la cercanía del mar y por las cualidades de su tierra.
En 1962, Jean Leon visitó varias fincas, hasta que encontró la que buscaba en Pla-Torrelavit, en el Penedés. Compró 150 hectáreas que dividió en cuatro viñedos diferenciados: La Scala, con 8 hectáreas plantadas con cabernet sauvignon en 1963; Viña Gigi de 5 hectáreas plantadas con chardonnay en 1965; la Viña Le Havre situada en el centro de la finca con 15 hectáreas plantadas con cabernet sauvignon y cabernet franc en 1968; y Viña Palau, plantada en 1991 con merlot.
Ante el asombro de todos, viticultores, enólogos, técnicos, etcétera, Jean León arrancó de su finca todas las cepas autóctonas y viajó a Francia para conseguir cepas directamente de los Chateaux de más renombre y que producían los más afamados vinos: Lafite Rothschild y La Lagune, entre otros. Así era la personalidad desbordante y el carácter emprendedor de este cántabro que, sin ninguna duda, dejó huella allá por dónde pasó.
La plantación de estas cepas, en aquel momento desconocidas en España, le supuso a Jean León ser pionero en el cultivo y comercialización de dichas variedades foráneas. De manera involuntaria, esa circunstancia contribuyó de forma decisiva a la renovación varietal en el Penedés. La plantación, cuidado de los viñedos y elaboración del vino fue encomendada a un joven enólogo, Jaume Rovira, que continúo al frente de la bodega tras la muerte de Jean Leon y, con sus acertados y exitosos consejos, los vinos siguieron siendo fieles al estilo y los ideales de su creador.
El viñedo está situado de forma estratégica en la ladera de un pequeño monte, a resguardo de los vientos del norte y de las posibles heladas de invierno y primavera. El terreno es pobre, arcilloso-calcáreo y pedregoso, donde los viñedos se desarrollan con cierta dificultad, limitando el exceso de vegetación. El matorral bajo del monte y los
pinares que rodean a los viñedos permiten retener la humedad necesaria para su sustento.
Las podas son minuciosamente preparadas para obtener un bajo rendimiento. La producción de cabernet sauvignon es de 7.600 kilogramos por hectárea, mientras que la de chardonnay es de 4.800 kilogramos por hectárea, siendo, posiblemente, una de las producciones más bajas de España, con el objetivo de proporcionar un fruto de notable calidad, pues existe una mayor concentración de aromas y sabores, que en plantaciones más productivas.
La bodega fue construida en 1964 y tiene, actualmente, casi el mismo aspecto exterior que hace 49 años, pero en su interior se han incorporado los últimos adelantos tecnológicos para la elaboración, el cuidado y el mimo de esos vinos de alta calidad. Está diseñada en diferentes niveles para efectuar la vinificación por gravedad, situándose la sala de crianza y guarda en el nivel inferior subterráneo donde los vinos reposan en barricas de roble francés y americano.
Los reveses y los fracasos -que, por supuesto, los hubo- no desanimaron ni a Jean Leon ni a su enólogo y desecharon las vides que no evolucionaban como esperaban, corrigiendo defectos y mejorando aciertos. Y así, gracias a la perseverancia, la constancia y el buen hacer, el cuidado, el cariño y el entusiasmo, los frutos fueron llegando. La primera cosecha llegó en 1969 y 24 años después, en 1993, la prestigiosa revista Wine eligió entre los 10 mejores del mundo su cabernet sauvignon de 1983.
Esa primera añada de 1969 se vendió exclusivamente en Estados Unidos como vino de mesa. De la misma sólo quedan 84 botellas. Hoy la firma está muy extendida por todo el orbe y vende en medio centenar de países de todo el mundo, con unas exportaciones que han incrementado su valor un 50 por ciento en sólo dos años tras la llegada a la dirección de Mireia Torres. La facturación en el último ejercicio se situó en 1,6 millones de euros, con una producción de 275.000 botellas. Sus principales mercados son Estados Unidos, Japón, China, Suiza, Alemania y Suecia, vendiendo en China más botellas de su Gran Reserva que en España.