25 de Febrero 2013
La minería espacial puede ser uno de los negocios más rentables
Aún en tiempos de crisis económica y financiera, los gobiernos, las instituciones públicas y privadas y las empresas siguen realizando inversiones multimillonarias para explorar el espacio. No solo por puro interés científico, tecnológico y académico, sino también como inversión y negocio no tan a largo plazo.
El objeto espacial más atractivo desde el punto de vista financiero son los asteroides de la clase M. Es la tercera clase más numerosa de asteroides. Muchos de ellos son aleaciones de hierro y níquel. Según calcula John S. Lewis, de la Universidad de Arizona (EE.UU.), uno de los asteroides más pequeños de la clase, el 3554 Amón, de 2,5 kilómetros de diámetro, costaría unos 87,2 billones de dólares. Cabe mencionar que el mayor asteroide de la clase M, el 16 Psique, es de unos 100 kilómetros de diámetro y está formado solo por metales con unas escasas inclusiones de piedra.
Los asteroides de la clase S, un 17% de todos los asteroides, también son de interés para los futuros mineros espaciales. Están compuestos casi en su totalidad por silicatos de hierro y magnesio. Según los científicos, es muy probable que contengan, además, agua y yacimientos del níquel, oro, platino y otros minerales preciosos. El mayor de los asteroides de esta clase es 15 Eunomia, de más de 255 kilómetros de diámetro.
Según calcularon en su momento expertos de la Nasa, en caso de compartir los ingresos obtenidos a partir de los recursos naturales del cinturón de asteroides entre todos los habitantes de la Tierra, cada uno tendría una fortuna personal de 100.000 millones de dólares.
Algunas teorías describen cómo poder atrapar un asteroide, asegurando que se podrían instalar minas e incluso plantas de procesamiento directamente en la superficie de algunos asteroides porque contienen agua. Otras hablan de acercar el asteroide al lugar necesario, sea a través de un “remolcador espacial” o influyendo en su capacidad reflectiva (el albedo, el porcentaje de radiación que cualquier superficie refleja respecto a la radiación que incide sobre ella). Para alterar el albedo bastaría con cubrir una parte del asteroide con una cinta protectora. Así, debido al calentamiento irregular de su superficie por el Sol, cambiaría su período de rotación.
El Tratado del Espacio Exterior estipula que "la exploración y el uso del cosmos debe realizarse en beneficio de todos los países y debe ser competencia de toda la humanidad". Sin embargo, deja fuera del marco de la discusión si la ley obligatoria para los estados miembros es aplicable también a las compañías privadas. A primera vista parece que esta brecha jurídica podría permitir a una compañía declarar que un asteroide es de su propiedad si es la primera que toca su superficie.