21 de Octubre 2013
Genios españoles desconocidos: Jerónimo de Ayanz y Beaumont
1606 – El empleo del vapor para desaguar las minas
Primera parte
Sin necesidad de remontarnos a hace más de cuarenta mil años para mencionar la mina más antigua de la que existe constancia arqueológica (Cueva del León en Swazilandia), ni tampoco a los hombres del Paleolítico, desde hace más de dos milenios una inquietud y preocupación permanente de los trabajos en minería de subsuelo ha sido el interés por elevar agua desde distintos niveles y a la vez descubrir la posibilidad de achicar este mismo agua de las minas para mejorar el trabajo. En este contexto, surgirá el mejor invento del siglo XVIII que marcó la Revolución Industrial: la máquina de vapor.
En 1698, el mecánico inglés Thomas Savery (1650-1715) construyó una máquina para bombear el agua de las minas de Cornualles, siendo esta la primera vez que se emplea la presión del vapor como fuerza motriz para un uso industrial. La máquina de Savery fue perfeccionada por Thomas Newcomen (1663-1729) con su máquina atmosférica, que en 1712 estaba ya en funcionamiento, y que durante casi un siglo se empleó para achicar agua de las minas.
El mecánico de origen escocés James Watt (1736-1819), al reparar la máquina de Newcomen comprobó su bajo rendimiento, haciendo algunas modificaciones consistentes, sustancialmente, en que el vapor se condensase en un recipiente especial, el condensador, que conectaba con un tubo a un cilindro que, además, estaba cerrado por sus dos extremos, manteniéndose siempre caliente y ahorrando gran cantidad de combustible.
Sin embargo, casi cien años antes que Savery, en 1606, el ingenioso inventor navarro y genio polifacético Jerónimo de Ayanz y Beaumont ya había inventado la máquina de vapor y hasta un total de 48 inventos según privilegio de invención (documento de patentes de nuestro tiempo) otorgado por el rey Felipe III. A diferencia de Leonardo da Vinci, algunas de cuyas creaciones e invenciones no pasaron del papel, Jerónimo de Ayanz hizo prototipos de todas ellas y fueron probadas con éxito, requisito indispensable hace ya cuatrocientos años en España para la concesión de patentes.
Jerónimo de Ayanz y Beaumont nació en 1553 en el seno de una familia de la alta aristocracia Navarra, siendo el segundo de sus hermanos varones, lo que en aquella época para alguien de su posición, significaba marchar a servir al rey o iniciar una
carrera eclesiástica. Su padre había luchado junto a Felipe II en San Quintín y estaba asentado en la Corte como montero real, lo que facilitó la llegada de su hijo a un puesto que por entonces era muy codiciado entre los jóvenes de familia, el de paje del Rey.
Ser paje de Felipe II suponía sobre todo acceder a una educación esmerada junto a los hijos de las familias más influyentes de España y con los maestros más brillantes de la época. Jerónimo contaba con todas las cualidades para prosperar en la Corte: era joven, vigoroso y robusto y además muy despierto para la música, las matemáticas y el latín.
Durante el reinado de Felipe II convivieron en la corte algunos de los grandes genios científicos de la época. Acaba de llegar el gran arquitecto Juan de Herrera, artífice del Escorial y el ingeniero Pedro Juan de Lastanosa era el maquinario mayor. En este ambiente de excelencia, la destreza de Ayanz en el campo de las matemáticas, cuya enseñanza englobaba la aritmética y la geometría, pero también la astronomía, la náutica, la ingeniería y la arquitectura, le convierte en un joven muy popular, que contaba además con un físico portentoso.
En el siglo de oro español si Lope de Vega, entre otros muchos, fue el Fénix de los ingenios, Jerónimo de Ayanz lo fue sin duda de la ingeniería.