7 de Octubre 2013

Portugal: el paraíso de las variedades de uva
Segunda parte

 

 

La modernidad de la tradición
Uno de los pioneros de la vinicultura portuguesa de los últimos quince años, Ruis Alves, ha sentado las bases para que actualmente se reconozcan los ancestrales métodos de vinificación: “vendimiar uvas maduras con tallos maduros”, y “fermentación en el lagar y estabilización sin medios adicionales”. El apego a la tradición parece haberse ganado a los nuevos y jóvenes viticultores pues la tradición sigue siendo lo más “in” en la viticultura portuguesa.
Los viticultores portugueses tienen un gran tesoro con sus terrenos de notable calidad y un buen número de zonas de viñedos  de cepas viejas, con variedades autóctonas. No sólo se citan hoy en día los vinos de la región de Oporto o el moscatel de Setúbal, sino que en muchas otras zonas hay vinos muy interesantes a precios también interesantes como los dào, barrada, minho, Alentejo, ribatejo o palmela. Hay bodegas y cooperativas que recurren a numerosas ideas para hacer frente a las quintas (fincas y explotación vitivinícolas que elaboran y comercializan ellas mismas su producción).
Podemos encontrar expresiones como “reserva” o “garrafeira”que aún hoy no han desaparecido de las etiquetas, aunque términos como estos, que aluden al tiempo de maduración en barrica, han perdido buena parte de su significado original y las nuevas generaciones de bodegueros y elaboradores muestran escaso interés por ellos.
La superficie total del viñedo portugués es de unas 260.000 hectáreas, con una producción de algo más de 7 millones de hectolitros anuales. Lo cierto es que eso no es mucho pues las cepas viejas, la orografía y la disposición de los viñedos no permiten rendimientos muy elevados, con lo que tampoco existen vinos de producción masiva. Dicen que Portugal resulta una mina para los amantes del vino que buscan productos fuera de la común. La premisa, sin embargo, es que la oferta aumente, pues el país no está preparado para atender la demanda del comprador ocasional.
Una curiosidad es la del culto al garrafón en Portugal. Los garrafones son botellones de cinco litros protegidos por mimbre o plástico que son muy populares en todo el país, utilizándose tanto para el vino como para el agua, aunque, no es menos cierto que las generaciones más jóvenes van prescindiendo del tradicional garrafón. Entre los portugueses que estiman el garrafón y los que lo menosprecian, no hay que olvidar el vínculo que esa botella guarda con la cultura lusa y la defensa de las más antiguas tradiciones, sobre todo con el gusto popular por el vino sencillo, áspero y recio portugués.

Los principales vinos se producen en la parte Norte del país, en zonas como Douro y Dào y, en su mayoría, a partir de una mezcla de variedades donde la reina de las variedades es la nacional Touriga. Si echamos la vista atrás, comprobaremos como el garrafón de Dào unió en una ocasión histórica a los trabajadores más humildes y a los intelectuales de la Revolución de los Claveles de 1974.
Aquellas personas que forman parte actualmente de una clase social muy acomodada, otrora estudiantes de la Revolución de los Claveles, se pueden permitir hoy consumir vinos de muy buena calidad aunque en su momento se habituaron a los garrafones de los buenos y sencillos vinos del Alentejo. Y también ocurre a veces que aquellas personas que acostumbraron a tomar ese tipo de vinos de garrafón, no gustan de vinos complacientes, pulidos y tersos, sino que siguen prefiriendo, cuando tienen ocasión, los vinos de gusto más auténtico.