FEBRERO 2016
El legado histórico del vino en Torquemada
10 Febrero 2016
Torquemada, cuya toponimia nos recuerda a la Torre Quemada en referencia a la torre defensiva levantada por los visigodos y quemada por los árabes, es un municipio cargado de historia de la comarca del Cerrato Palentino. Cuna de figuras como el Cardenal Fray Juan de Torquemada y su sobrino Fray Tomás de Torquemada, primer Inquisidor General de Castilla y Aragón en 1.483, y confesor de la Reina Isabel la Católica, recordado como el más brutal perseguidor de judíos y herejes. Este municipio es también casa solariega del poeta José Zorrilla y de la reina doña Juana “La Loca”. La villa fue visitada en repetidas ocasiones por el Emperador Carlos V, incluso en su último viaje camino de su retiro en el monasterio de Cuacos de Yuste donde murió. Este municipio histórico sufrió también grandes calamidades en la Guerra de la Independencia, siendo ocupado, saqueado e incendiado por el general Lasalle en junio de 1808. Por su término pasa el canal de Villalaco o de Alfonso XIII, así como la antigua Cañada Real Burgalesa, siendo un pueblo muy concurrido en las ferias y mercados camino de Medina del Campo. El municipio también se caracteriza por conservar un conjunto de bodegas tradicionales, testigo de la importancia que tuvieron en la comarca el cultivo de los majuelos y crianza de vinos desde finales del siglo XVI hasta principios del siglo XX, época en la que se produce el declive de la actividad vitivinícola con motivo de la aparición de enfermedades y plagas en el viñedo. El conjunto de bodegas de Torquemada se desarrolla en un terreno al oeste del casco urbano. Al no existir ningún cerro para su ubicación, y siendo preciso contar con una temperatura y humedad óptima para la elaboración y guarda del vino, las bodegas se configuran con un gran desnivel, extremo que constituye uno de sus rasgos característicos. Casi 500 bodegas situadas en cinco barrios de tamaño diferente, agrupadas en calles y barrios como elemento de identidad que las ha mantenido y conservado a lo largo de siglos y generaciones, constituyen el singular conjunto como una manifestación del patrimonio cultural etnográfico. Actualmente, son muy pocas las bodegas que continúan elaborando vino, manteniéndose principalmente un uso doméstico y recreativo de carácter familiar. Las características determinantes de este conjunto de bodegas son las referentes a su antigüedad, extensión y número, profundidad (entre 6 y 10 metros de profundidad) y desnivel, buen estado de conservación del conjunto y su singular ordenación e implantación en el territorio. Se trata de construcción subterráneas con unportal de acceso de reducidas dimensiones, desde el que se accede a una escalera con pronunciada pendiente que conduce a una o varias galerías. Las galerías, por lo general, tienen un techo con forma abovedada, con una altura aproximada de 2,50 m y una anchura entre 2,5 y 3,00 m, variando su longitud entre 10 y 30 m aproximadamente. Casi todas las bodegas disponen de un pequeño lagar para la elaboración artesanal del vino con prensa de viga y husillo y con un descargadero vertical o lagareta, que desde el exterior conduce directamente a la mesa y/o tolva de recepción en una de las salas de la bodega, disponiendo también de una zarcera de ventilación que desde el exterior se presenta como una chimenea cilíndrica de piedra, cuya finalidad es la de generar corrientes de aire desde la puerta de acceso. Todo este magnífico conjunto de bienes, tangibles e intangibles, de galerías, accesos, lagares, naves o salas, así como de elementos auxiliares -zarceras, sumideros, lagaretas, etcétera-, ha justificado su declaración como Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Etnológico, por la Comunidad Autónoma de Castilla y León. En definitiva, un paisaje, un conjunto de bienes y una forma de hacer, singular y representativa de una tradición de siglos con unas formas de vida dignas de ser conservadas y transmitidas a generaciones futuras.