JUNIO 2017
Pilares del Enoturismo
Cultura del Vino. Es este el primer y sustancial eje de este producto y/o servicio de enoturismo que el turista debe advertir desde que se inicia en su viaje, pasando por todas sus etapas y en todos y cada uno de los componentes de la cadena de valor de su destino enoturístico, sumergiéndose de cultura vitivinícola.La capacidad del vino como elemento cultural posee una potencia enorme y trasciende a todo lo que es el ámbito de producción, para extenderse por un elevado caudal de servicios, actividades, patrimonio, arquitectura, folclore, gastronomía, tradición, formas y técnicas de cultivo y vivencias turísticas.
Todo el volumen de recursos vitivinícolas en un destino determinado se integran en la experiencia enoturística global, siendo una variable esencial para determinar la capacidad de una zona o territorio para atraer y satisfacer el interés de sus visitantes. En consecuencia, la cultura del vino es y será un elemento distintivo y diferenciador de una zona, comarca, región o territorio enoturístico.
Territorio. Representa el segundo elemento decisivo que se establece como la base de referencia del desarrollo de la oferta enoturística de un destino. El territorio está compuesto, generalmente, por sus paisajes específicos, sus espacios naturales, sus espacios urbanos y, en general, por sus entornos y hábitats que le confieren un carácter singular identificativo y, además, diferenciador de otros que lo hace reconocible e identificable singularmente para el visitante no sólo en su conjunto sino, incluso, a través de cada uno de sus componentes. A este respecto, la señalización del conjunto de los recursos enoturísticos en un territorio resulta primordial, así como la integración, coordinación y apoyo del conjunto de las Administraciones Públicas y del sector privado en el desarrollo de un producto enoturístico como sería una ruta del vino.
Turismo. Turismo y turista son la cara y la cruz que determinan la oferta y la demanda del producto enoturístico (qué busca el turista del vino, qué le ofrece el destino y cómo efectuarlo), entendiendo éste último como un conjunto de prestaciones y elementos tangibles e intangibles (recursos, equipamientos, infraestructuras, servicios públicos y privados, actividades, imágenes, tradiciones, historias, etcétera) que ofrecen unos servicios capaces de atraer a visitantes porque satisfacen sus motivaciones y expectativas en relación con el ocio y el tiempo libre.
Así entendido el producto turístico, se trata de la integración de diversos componentes como un todo en el que ninguno de los operadores que interviene, público o privado, ejerce un control efectivo sobre el resultado final.
En este tercer factor clave del turismo destaca la calidad del servicio ofrecido y de los equipamientos disponibles en el destino. Estos componentes han de responder a unos criterios de calidad que, por separado y en conjunto, resulten capaces de satisfacer las expectativas de los visitantes en un destino enoturístico. En este sentido, no se trata necesariamente de contar con numerosos y múltiples establecimientos, equipamientos y recursos en general, sino con recursos en los que el vino sea protagonista y así sea entendido por los visitantes puesto que, siempre, detrás de un vino hay una historia que contar.