JUNIO 2018
Navalcarnero,villa histórica del vino - Primera parte
20 Junio 2018
El cultivo de la vid y el vino es desde hace siglos una actividad económica, social y cultural de primer orden que discurre en paralelo y se encuentra plenamente integrada y arraigada en la vida y las tradiciones de las gentes de numerosas poblaciones del medio rural. Pero además de esos estrechos vínculos y lazos de un “producto cultural y económico” como es el vino, hay algunas poblaciones cuyos orígenes, evolución e historia vinieron precisamente de la mano de la vid y el vino.
Este es el caso de la Real Villa de Navalcarnero -título concedido a consecuencia de la boda del rey Felipe IV con su sobrina doña Mariana de Austria-, municipio de la provincia de Madrid, de 27.570 habitantes al 1 de enero de 2017, situado al suroeste de la capital entre los ríos Guadarrama y Alberche, a poco más de 30 km de Madrid y a una altitud media de 670 msnm, con una clara vocación turística merced a su gastronomía y a sus vinos entre otros atractivos.
Nos situamos en el año 1.340, cuando el municipio no había sido fundado todavía, y ya por entonces unas Ordenanzas concedidas por la ciudad de Segovia autorizaban la plantación de viñedos en su entorno gracias a la aptitud de las tierras del entorno para el cultivo de la vid en la zona conocida como “La Perdiguera”, junto al lugar de “Zarzuela”. Todavía faltaban más de 150 años para la fundación del municipio de Navalcarnero, hecho que definitivamente se produjo el 10 de octubre de 1.499, con la formación y designación del primer Concejo del lugar por seis vecinos.
La dependencia de Navalcarnero de la ciudad de Segovia, como una de las ciudades más importantes de Castilla a finales de la Edad Media, queda patente entre otras circunstancias, en las condiciones que los regidores segovianos impusieron a las familias que llegaron a poblar el lugar de Navalcarnero. Entre ellas, para conseguir ser vecino de derecho de la población, la condición determinante era la de plantar cada poblador un majuelo -cepa nueva en La Rioja- con un doble objetivo: por una parte, servía de autoabastecimiento al nuevo poblador y su familia y, por otra, contribuía a fijar población puesto que los nuevos pobladores esperarían obtener su beneficio con el tiempo.
De forma continuada desde 1.340 y acentuada desde la fundación del municipio hasta la actualidad, son cientos de documentos, legajos, memorias, alegaciones vecinales, instrucciones, órdenes y testimonios de toda índole los que atestiguan y dan fe a lo largo de los siglos siguientes, y de manera permanente, de la extensión de las viñas y calidad de los vinos elaborados, amén de los olivares con los que también contaba su amplio territorio que fue incorporándose al municipio hasta completar su extensión actual de poco más de 10.000 ha.
La obra “Población General de España”, de Méndez Silva, cantaba en 1.645 la calidad de los vinos de Navalcarnero y cinco años más tarde, el 7 de octubre de 1.649, y siguiendo el eco que el autor Teo Rojo hace de la abundancia y calidad de los vinos, recoge la anécdota histórica de como “el vino corría a raudales” por tabernas, lugares e incluso, quizá, fuentes del municipio con motivo del traslado de la Corte a Navalcarnero para celebrar la ceremonia de bendiciones conyugales de Felipe IV y Mariana de Austria que, previamente, se habían casado por poderes en Viena el 8 de noviembre de 1.648. El vino y el alborozo corrían por igual y, según recoge Juan Sánchez en 1649, “hasta los más cuerdos tenían por cordura el no tenerla”.
Las Ordenanzas de por entonces prohibían la llegada de vino, tal y como ocurría en otras villas históricas del vino de diferentes lugares de España, hasta que fuese consumido el propio y como medida de protección de sus vinos frente al libre comercio. Lo cierto es que en 1.650, meses después de la ceremonia y los fastos en el municipio con motivo de la boda real entre Felipe IV y Mariana de Austria, los bodegueros de la población tuvieron que instar el levantamiento de la prohibición de entrada de vinos de otros lugares porque las cubas habían quedado semivacías y así “se malearían los vinos”.
En el primer tercio del siglo XVIII, y merced a la aptitud de las tierras y calidad apreciada de sus vinos entre propios, visitantes y viajeros, se produjo una importante extensión y renovación del viñedo, en las que según datos de la Hacienda Real recogidos por el Concejo de Navalcarnero, aunque la superficie dedicada a los cultivos de trigo, cebada y otros cereales (sembrados en los terrenos más fértiles) era muy superior a la de los viñedos, las rentas obtenidas en reales de vellón se invertían, es decir, a menor extensión superficial de viñedo con respecto al cereal, se producía una mayor renta.
Como antes, ahora y siempre, los gustos y las circunstancias son cambiantes y dinámicas, y durante el siglo XVIII se pusieron de moda una serie de vinos que fueron muy bien aceptados en las tabernas de la Villa y Corte (vinos dulces, moscateles, carraspada, que era una mezcla de vino con miel y otros aditivos, etcétera), adaptándose los hacedores de vino de Navalcarnero a los nuevos gusto y demandas, dedicando gran parte de su cosecha a la elaboración de este tipo de vinos especialmente para Navidad que eran conocidos como “fruta del tiempo de festividades”.
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