El lugar: Ojos Negros, provincia de Teruel. Seguramente el nombre más bello y evocador de un pueblo en toda la geografía española. La fecha: los días 10, 11 y 12 de junio de 2011. El hermoso nombre de Ojos Negros se debe a grandes agujeros calcinados que se hacían desde tiempos remotos en las minas de hierro de Sierra Menera, en los que se efectuaban los procesos de extracción y transformación en metal de esos pequeños “micro hornos”.
En el contorno se refieren a ellos con la denominación de “hoyos negros” por su forma y el color de las grandes piras que formaban. (Para un conocimiento de su pasado, presente y futuro, se recomienda consultar el estupendo, completo y exhaustivo trabajo efectuado hace más de una década por Diego Arribas, titulado “Minas de Ojos Negros, un filón por explotar”).
A la tercera va la vencida. Al menos eso reza el dicho popular y en el caso presente se ha cumplido de manera espléndida. En las dos ocasiones anteriores, las muy adversas condiciones climatológicas y el desacierto en la elección de las zonas minadas frustraron el objetivo previsto. Sin embargo, y quizá por avatares del destino, esta tercera ocasión ha compensado y colmado con creces toda expectativa y proyecto que pudiera hacerse en todos los órdenes.
Sierra Menera nos recibió la noche del viernes con una extraordinaria tromba de agua, acompañada de viento y granizo que, maldita la pena, rememoraba otrora y parecía un mal presagio. Pero como dijo César al pasar el Rubicón: Álea iacta est.
Cualquier mal presentimiento quedó disipado al llegar al
albergue de Sierra Menera y comprobar que allí se encontraban buenos amigos con los que compartir mesa, mantel, habitación y las minas de Ojos Negros. Los afectuosos saludos del encuentro dieron paso, sin remisión, a la cena que María nos había preparado. Mientras su hijo Juan, amablemente, nos servía las viandas íbamos departiendo, ora en un extremo de la mesa, los unos, ora en el otro extremo, los otros, sobre lo divino y lo humano. Así, entre plato y plato, charla, debate y francachela, la camaradería iba abriéndose camino entre todos con sincera cercanía.
Mientras unos se iban a la cama y los pequeños Moisés y Almudena caían en brazos de Morfeo, en el sillón de una sala de juegos, otros jugábamos unas partidas de naipes. Lástima que ninguno sabía jugar al mus por lo que no quedo más remedio que hacer con dos barajas un súper juego de chinchón.
A las 9.00 horas, con puntualidad británica, todos listos para desayunar y el buen amigo Juanico, de Las Minas de Ojos Negros, tuvo la gentileza de acompañarnos y pasar el día con nosotros hasta las 19.00 horas que marchó a su trabajo. Desde aquí nuestro reconocimiento y agradecimiento por su compañía, su ayuda a todos, sus observaciones, comentarios y sugerencias que tanto acierto tuvieron en todos los aspectos.
Dice un adagio latino Age quod agis: lo que haces hazlo bien. Y así ha sido. A las 10.30 horas, después de un bonito y largo recorrido por la zona minera de El Barranco, y gracias a las indicaciones de nuestra edafóloga de guardia, Juana, encontramos unos minúsculos fósiles denominados “graptolites” que, al parecer, tienen una gran distribución por todo el mundo. Se trata, según me señalaba Juana, de unos animales marinos que suelen encontrarse en zonas de arcillas y pizarras. Ese descubrimiento nos emocionó, especialmente a algunos entre los que me encuentro. Gracias Juana.
A partir de ese momento, con verdadera sorpresa y alegría, uno tras otro íbamos picando y las sorpresas y satisfacciones de todos se incrementaban según pasaban los minutos. A una buena muestra de dolomita, le seguía otra mejor. A una de siderita, otra más perfecta. No sólo lo eran por su tamaño, sino por las magníficas cristalizaciones que presentaban. Pudimos constatar que algunas de las piezas recogidas, muy parecidas a las dolomitas, eran ankeritas. También se llama espato o dolomita ferrifera. ¡Premio!
La ankerita es otro carbonato muy apreciado pues, según dicen algunas leyendas, la energía positiva que desprende ayuda a conseguir la felicidad y, además, regalar a la mujer amada una muestra de color blanco parece que es demostración de amor puro y verdadero. Nos encontrábamos todos dispersos en una radio de acción de algunos cientos de metros y gritábamos entusiasmados cada vez que conseguíamos una muestra más singular: “mira, fíjate, que formas, su color, que cristales tan increíbles”. Los niños que estaban en el grupo se contagiaron de nuestro entusiasmo y aquello, aunque controladamente, fue una explosión de júbilo interior que difícilmente disimulábamos.
Después del almuerzo, recorrimos y recogimos más muestras de las zonas minadas del Peñón, El Alto de El Lobo, La Marajosa, Carlota. el Corcho, etcétera.
La recogida de muestras de la mañana había cotizado a un nivel tan alto que las muestras recogidas por la tarde resultaban, en ocasiones, casi despreciadas y de peor condición pese a presentar, en algunos casos, una buena factura. Nuestros cuerpos, testigos agotados pero vívidamente alterados, apremiaban recarga de combustible, sólido y líquido.
Antes del ocaso regresamos al campamento base. La estimulante ducha nos dispuso para recibir la correcta cena que María, de nuevo, nos había cocinado. Después de cenar, y sin concertarnos para ello de manera premeditada, se organizaron dos mesas de juego que, a decir verdad, no se extendieron mucho pues el cansancio hacia mella. Mi querido amigo Pirita, y sin embargo compañero, le decía al bueno de Miguel que no volvía a jugar de compa con él porque no daban una al tute, juego en el que fueron barridos por nuestro buen Juanico y Alfredo, compañeros de tute.
Nos despedimos hasta siempre de María y su hijo Juan en la cálida mañana del domingo y nos encaminamos hacia algunas formaciones de carboníferas de la formación Escucha en Utrillas, acompañados por Juanico. Una vez más Pirita rayó a un gran nivel y, excelsior, a más a más, pusimos el broche recogiendo perfectas y variadas morfologías de cristales de yesos de diversos tamaños (algunos de 15 cm. de longitud).
El ansía podía especialmente con algunos y algunas que a fuerza de recoger interesantes y bellos cristales parecían incapaces de detenerse pero, el tiempo es inexorable, y después de tomar un pequeño refrigerio en un lugar de la provincia de Teruel, de cuyo nombre no quiero acordarme, ni volveré a parar, nos despedimos, grato ánimo, entusiasmados para encontrarnos en una nueva salida muy pronto.
La atracción por Ojos Negros es poderosa y resulta, ocasionalmente, algo enigmático por su pasado y por lo que esconde en sus entrañas. De manera generosa, nos llevamos un pedazo de su tesoro y, con una sola voz, exclamo que regresaremos. Así sea.