El champán: la bebida con linaje aristocrático
Primera parte
Desde Luis XIV, el Rey Sol, hasta los zares, de Churchill a la casa real inglesa, desde el podio de la fórmula 1 hasta la salida a bolsa en Wall Street, desde la botadura de un buque hasta un brindis nupcial, siempre está presente el vino espumoso de la región vinícola más septentrional de Francia, Champagne, siendo la región del mundo que se especializó de manera exclusiva en la producción de vinos espumosos fermentados en botella. Aunque su participación en la cantidad total producida de champán representa un escaso 10 por ciento, sigue ocupando la primera posición en el mundo.
Lo cierto es que resulta inevitable cuando se habla de la historia del champán hablar de la historia de Dom Pérignon y sus compañeros monjes, cuyas investigaciones tuvieron como resultado el champán que conocemos en la actualidad.
La historia del champán tiene muchos, muchos más personajes, pues la coordinación y creación de las operaciones de tiraje, como la creación y adición del licor de expedición se debe a diferentes farmacéuticos que crearon, o perfeccionaron, en parte, este tipo de prácticas.
La región de Champagne, fijada y definida en 1927, se sitúa 130 km al noroeste de la capital francesa. Su área comprende tan sólo unas 35.000 hectáreas, en los departamentos de Marne y Aube, con una altitud media entre los 100 y los 150 m en la zona más elevada del Aube.
Sus viñedos se dividen en tres sectores de producción: el primero, es la zona central que comprende la Montagne de Reims, con la zona Noroeste del Massif de Saint-Thierry, el valle del Marne y la Côte des Blancs; el segundo es el viñedo de Aube, dividido en Bar-sur-Aube y Bar-Séquenais; y el tercero, son los viñedos de Sézanne, el valle del Ardre y la región de Petit Morin.
Una abreviada historia del champán comenzaría por un vin de champagne que se conocía desde el siglo XVII, se preparaba con sosiego y sólo, ocasionalmente, espumaba en la botella. Pero fue a partir de la segunda mitad de la citada centuria cuando determinados cambios lo convirtieron en esa bebida burbujeante y fermentada en botella que conocemos actualmente.
Dom Pérignon, abad del monasterio de Hautvillers, no sólo fue el primero que elaboró un vino tinto pleno, sino que también fue el primero en elaborar un vino blanco a partir de uvas tintas, utilizando las técnicas de cultivo y la composición de cuvées a partir de variedades y viñas muy diversas. Además, introdujo el empleo de botellas de vidrio más gruesas y provistas de tapones de corcho, que resistían mayor presión, gracias a lo cual fue posible embotellar y enviar a todos los rincones productos espumosos.
A pesar de todo, este champán burbujeante sólo consiguió producir unas pocas miles de botellas al año. En este recorrido, un momento decisivo fue la invención del denominado pupitre de removida y la determinación de la dosificación exacta del azúcar para la segunda fermentación, hito que significo el inicio de la producción industrial. El éxito comercial definitivo del champán vendría a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de la mano de un grupo de jóvenes alemanes cuyos apellidos constituyen, todavía hoy, la élite de la industria del champán. Los jóvenes industriales se apellidaban Krug, Bollinger, Rödererer y Deutz, y muy pronto fueron expulsando a las pequeñas empresas locales y haciéndose con el mercado y la producción en Reims y sus alrededores.
Una de cada cuatro botellas de champán procede en la actualidad de una de las bodegas del grupo Louis Vuitton Moët Henessy (LVMH), del que forman parte marcas tan prestigiosas como Krug, Pommery y Ruinart. Los factores que han llevado a ese gran desarrollo, en todos los órdenes, se deben a la conjunción del clima, el suelo, las variedades de cepas y la disciplina y previsión de una clara política vinícola que, desde hace siglos, ha continuado como norma en una de las denominaciones de origen más homogéneas del mundo.