Grandes vinos de Italia: El Sur y las islas
Décima parte
El Sur de Italia: Apulia, Calabria, Basilicata y Campania
La Italia meridional empieza, desde el punto de vista de la viticultura, en los Abruzos, mirando desde el Adriático, o en la Campania, desde el Tirreno. La zona reagrupa cuatro regiones vinícolas: Apulia, Calabria, Basilicata y Campania. En la Antigüedad clásica, la viticultura obtuvo un decisivo impulso por obra de los griegos y, más tarde, las laderas del Vesubio y del Etna, de Apulia y de Campania, se convirtieron en proveedores de vino del Imperio Romano.
Aquí se dan una gran variedad de terroirs y de cepas, cultivándose las viñas en laderas y planicies, aunque los mejores emplazamientos se orientan hacia la zona septentrional para alargar el período vegetativo. En general, los suelos son graníticos y volcánicos, con notables afloramientos arcillosos y de cal. Siendo el clima muy caluroso y con escasas lluvias, se propician vinos de colores con gran intensidad, fuerte sabor y bastante alcohólicos.
Dicen que a los habitantes de la región de Apulia les gusta que a su tierra la llamen la bodega de Italia, donde se obtienen las mayores cantidades de vino de todo el país. Sin embargo, gran parte de la producción se destina a la destilación de alcohol y tan sólo algo más del dos por cien de sus vinos consigue la denominación DOC, a pesar de lo cual su importancia en el mercado es prácticamente nula y tan sólo se consumen en la propia región. La variedad más extendida es la Negro Amaro, cuyos vinos -Alezio, Brindisi, Salice Salentino, etcétera- tienen una gran tanicidad, con un sabor fuerte, algo ásperos y rústicos. Primitivo es otra de las variedades, que se cultiva también en California, donde se la conoce como Zinfandel, de la que se elabora un vino afrutado y elegante, más conocido y de mayor calidad que en Apulia.
Calabria es, junto con Basilicata, unas de las regiones más pobres del país. La variedad principal de uva tinta es la Gaggliopo, cuyos vinos con alto contenido en taninos constituye la base de la mayoría de los vinos tintos de la DOC de la región. Por su parte, en Basilicata se dan la mayor densidad de cepas por hectárea, situándose las mejores zonas vinícolas en montes de tierra volcánica, con un clima continental de inviernos gélidos, dominando la variedad Aglianico, en unión de las Malvasías della Lucania y de Vulture, parientes varietales de las Malvasías de las Islas Canarias. La cepa Aglianico da lugar a vinos tintos con cuerpo, de color oscuro y aromático.
En Campania, con suelos ricos en arcillas y piedras calizas, el clima tiene influencia continental con buenas brisas frescas que vienen del mar Tirreno, del que limita al oeste. Las mejores viñas se sitúan en zonas muy próximas al Vesubio, siendo una región que está sufriendo una profunda transformación que presagia un buen futuro, con vinos tintos de la variedad Aglianico que muestran una gran capacidad de maduración y pueden competir con los prestigiosos tintos del Norte y el centro de Italia.
Las islas: Sicilia y Cerdeña
Los éxitos vinícolas de Sicilia se deben casi exclusivamente al Marsala, un vino dulce de gran calidad del que el almirante Nelson solicitó 500 barriles anuales para su flota. Sicilia es la zona de mayor producción de vinos a granel de Italia. Predominan en la isla las zonas montañosas presididas por el Etna, volcán activo y pico más alto a una altitud de 3223 msnm. Su clima, seco y caluroso, con la mayor parte de las viñas repartidas entre las del Marsala y las de los Moscazos, clasifica los vinos de Marsala por su color, dulzor y período de envejecimiento, utilizándose frecuentemente este vino en la cocina y, especialmente, en la elaboración de postres. Las versiones más interesantes del Marsala se denominan Fine, Superiore, Vergine o Vergine Stravecchio.
En Cerdeña ha sobrevivido una de las formas de viticultura más arcaicas de Italia, pero también una de las más ricas en cuanto a variedad de cepas y vinos. Con suelos de origen volcánico y granitos abundantes, sus viñedos son los que más influencia española tienen, pues Jaime I introdujo variedades desde España y creó, en parte, la reglamentación de los mismos siendo, por tanto, el legado vinícola español incalculable y habiendo prevalecido hasta nuestros días, manifestándose en las variedades tintas más importantes de la isla como la Cannonau, variedad española de Garnacha, la Carignano, llamada también Cariñena, y la Vermentino. La variedad Cannonau produce vinos ricos en cuerpo y estructura, con buen grado de alcohol y sin muchos taninos, pudiendo envejecer y siendo muy apropiados para la mezcla con Cabernet Sauvignon.
.