26 de Junio 2014

Algunas claves del Enoturismo Europeo

La historia y la cultura del vino es la esencia mismo del enoturismo, entendida esta última como el desarrollo de determinadas actividades de ocio y tiempo libre dedicadas a descubrir y disfrutar la cultura del vino a través de tres elementos esenciales: la viña, el territorio y el vino. La cultura del vino en su conjunto se convierte, pues, en el elemento diferenciador de los distintos territorios enoturísticos que han de constituir una ruta europea del vino.
A su vez, y dentro de cada ruta y, por tanto, de cada territorio, las diferencias se manifestarán a través de diferentes formas: tipos de territorios, características históricas, elementos arquitectónicos en las bodegas y edificios singulares del vino, el folclore de la tierra en relación con el ciclo biológico de la vid, la forma de trabajar la tierra, cultivar la vid y elaborar los distintos procesos de un vino, etcétera.
Pero también, y esto no puede olvidarse, el enoturismo y el/la propi@ viajer@ turístic@, son dos factores claves que van a determinar la demanda y la oferta del producto final. Ese producto de enoturismo se traduce en un conjunto de prestaciones y servicios, tangibles e intangibles, que ofrecen unos atractivos interesantes y seductores a personas y/o grupos que demandan estos servicios porque satisfacen sus expectativas, motivaciones e intereses relacionados con la historia y la cultura del vino.
El territorio, que desempeña un protagonismo esencial, ha de comprender una serie de espacios naturales que lo identifique y, además, lo distinga de otros entornos identificativos. Aún cuando el proyecto VINTUR del enoturismo europeo vincula el territorio a una denominación de origen, no necesariamente ha de ser así, siempre y cuando la dimensión territorial y el producto de enoturismo que se ofrezca este bien delimitado y sea reconocible e identificable por los visitantes. Sin embargo, y oficialmente, para el reconocimiento de un destino como ruta europea del vino la vinculación si resulta un requisito determinante.
El enoturismo ha de fundamentarse en criterios de sostenibilidad -según parametros establecidos por la Organización Mundial de Turismo- referentes al valor intrínseco del medio ambiente en cuanto que este debe ser protegido y conservado para disfrutar ahora y transmitirlo a las generaciones futuras, a la planificación y ordenación del territorio, compatibilizando los usos, siempre que ello sea posible, y fomentando el aprovechamiento racional de los recursos.
Todo ello en el marco de una gestión medioambiental que priorice la reducción de residuos y su adecuado tratamiento con la gestión del reciclaje y reutilización, si cabe, de los mismos (principio de la tres erres), posibilitando la integración de todos los elementos citados en el desenvolvimiento y la gestión medioambiental de las administraciones públicas en su conjunto, instituciones y empresas, tomando conciencia pública, educando y formando en un comportamiento que valore, muy especialmente, la autenticidad de una forma de turismo enológico muy alejada del turismo de consumo de masas, homogeneizador, poco exigente y con escasas diferencias, frente a un tipo de turismo más personalizado y exigente.


 

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