ABRIL 2021
Factores que almacenan carbono en el viñedo
15 Abril 2021
Desde hace milenios el cultivo de la vid para la producción de vino es una de las actividades más antiguas del conjunto de la civilización, plantándose viñedos en los terrenos menos fértiles y peores para cualquier otro cultivo, esparcidos sin ningún orden de plantación en las cepas y, por tanto, optimizando al máximo el espacio. El inconveniente era la elevada mano de obra necesaria para el cuidado de las cepas y la recogida de su fruto. Con el paso del tiempo se fue produciendo la alineación de las cepas, dejando mayor espacio entre ellas para el uso de labores con animales, circunstancia que devino en la mayor anchura entre hileras de cepas para su laboreo con maquinaría agrícola.
El viñedo, como otros cultivos leñosos mediterráneos, tiene un protagonismo clave en el mantenimiento de la biodiversidad, la regulación de los flujos de agua y nutrientes aportados a su sistema radicular, o parte subterránea, y a la parte aérea de la planta, así como en la prevención de incendios forestales, en la economía agrícola de la zona y el modelaje del paisaje, favoreciendo la fijación de población en el medio rural y a fomentar y contribuir a su desarrollo sostenible.
El cultivo de la vid, a través de la fotosíntesis y la transformación en materia orgánica de la planta (parte subterránea o sistema radicular y parte aérea como tronco, hojas y fruto) fija CO2 -dióxido de carbono- quedando almacenado buena parte de ello en el terreno.
Por ello, la evaluación de la fijación de carbono en la planta de la vid y, en general, en sistemas agrícolas, resulta una herramienta útil para conocer la capacidad de almacenamiento de carbono encuadrado en las políticas propuestas a partir del Protocolo de Kyoto, estableciéndose relaciones entre biomasa u otras variables biométricas y la edad del cultivo en función de los datos propios y del registro vitícola, tal y como así se ha materializado para el caso de la vid en la Comunidad Autónoma de La Rioja (I Jornadas del Grupo de Viticultura y Enología de la Sociedad Española de Ciencias Hortícolas‐ Retos Actuales de I+D en Viticultura).
La extensión e importancia del cultivo de la vid, cuantitativa y cualitativamente en diferentes órdenes, así como los criterios de sostenibilidad de la PAC y el Pacto Verde Europeo, sugieren la necesidad de implantar prácticas agrícolas que hayan demostrado su eficacia en favorecer el secuestro de carbono en el suelo como las siguientes:
Incrementar el contenido de materia orgánica de manera natural. En este ámbito, además de no arar volteando la tierra para no dañar la superficie, y evitar que se libere el carbono almacenado en el suelo, el uso de compost orgánico y de animales, como ovejas en viñedos, favorece la fertilización del viñedo de forma natural. De esta forma, se facilita la fertilidad de los suelos coadyuvando el crecimiento espontáneo de cubiertas vegetales que mejoran el almacenamiento de carbono en el sistema radicular de la cepa y en el suelo circundante.
Mejorar la biodiversidad. Gracias al contenido de una mayor cantidad de materia orgánica en el suelo, se potencia un mejor equilibrio en el viñedo y, además, se propicia la creación de un ecosistema más estable que asigne mayores defensas naturales a las cepas frente a enfermedades fúngicas y criptogámicas, así como frente a todo tipo de plagas.
Mejorar la salud biológica. Se trata de realizar un conjunto de prácticas agrícolas respetuosas con la flora y fauna del entorno, integrándolas en el viñedo, así como un manejo del suelo y práctica de labores de mantenimiento de la cubierta vegetal del mismo, utilizando un abonado orgánico y mineral de mantenimiento de buenas prácticas vitivinícolas, con un sistema de riego que ajuste la dosis necesaria, aumentando la eficiencia y buen uso del agua.
Mejorar la estructura del suelo. Los suelos desgastados, consecuencia del exceso de productos agroquímicos y de la sobreexplotación de la tierra son factores asociados, directa e inmediatamente, con su degradación y la desertificación. Si el suelo del viñedo recibe de forma idónea agua y aire sin exceso de productos de síntesis y un laboreo y prácticas vitivinícolas adecuadas, se transformará, si no lo fueran, en suelos más vivos, equilibrados y fértiles.
La consecuencia directa de la implantación de esas prácticas agrícolas serán la disminución de la erosión y la escorrentía. La acción integral implementada de las citadas prácticas agrícolas en el marco de la gestión del viñedo potenciará la función del viñedo como sumidero de carbono, aumentando la capacidad de captación y fijación de carbono, al tiempo que se reducirá la concentración de éste en la atmosfera. Por otra parte, un manejo adecuado del suelo y el agua en el viñedo ha de favorecer su infiltración (entrada de agua a través de la superficie del suelo) y frenar la escorrentía.
En definitiva, se trata de captar y canalizar adecuadamente el agua de lluvia y escorrentía en las viñas como una forma de recoger suelo, nutrientes y materia orgánica que, en caso contrario, se perderían fuera del viñedo transportados por la escorrentía superficial.
Madrid, 15 de abril de 2021
J. Alfredo Gómez Pascual