noviembre 2021
El vino y su pintura en grandes pinacotecas del mundo - Segunda parte
30 Noviembre 2021
En esta segunda parte, continuamos con el itinerario cronológico en 1.628 con una de las obras emblemáticas del genial pintor Diego Velázquez con su conocida obra de El Triunfo de Baco, archiconocida con el sobrenombre de “Los Borrachos”.
El triunfo de Baco (Diego Velázquez - 1.628, Museo Nacional del Prado)
En esta obra, conocida como Los Borrachos, y una de las más famosas de genial pintor, donde se mezclan lo mitológico y lo cotidiano se retrata, a la perfección, una alegoría sobre el vino que alegra e inspira al hombre. En el centro y coronado con hojas de parra está Baco, dios del vino, el éxtasis y la fiesta en la mitología romana. A sus pies, una jarra y una vasija y alrededor del joven dios, varios hombres vestidos con ropas sencillas sujetan las copas y vasos en actitud de brindis. Velázquez logró captar con genial realismo la embriaguez en sus sonrisas y sus caras enrojecidas a causa del vino.
Bodegón con pastel de frutas y otros objetos (Willem Claesz - 1.634, Colección Nacional Thyssen Bornemisza)
Esta composición destaca por su gama monocromática de tonos grisáceos y pardos, el brillo argénteo de la copa tumbada, la luz filtrada a través de la copa llena de líquido dorado que permite al artista explorar los efectos de la trasparencia y del reflejo. La inclusión del vino en estos bodegones ofrecía al artista la oportunidad de representar una amplia variedad de recipientes de muy distinta forma, tamaño y material, como las copas Rummer o Römer, muy populares en Alemania y en los Países Bajos en los siglos XVII y XVIII.
Judith en el banquete de Holofernes (Rembrandt - 1.634, Museo Nacional del Prado)
El artista holandés representa un pasaje bíblico que se desarrolla durante la guerra de Israel contra los asirios. Judith, una viuda hebrea, descubre que el general asirio Holofernes está enamorado de ella. Éste la invita a un banquete y ella aprovecha para emborracharlo, decapitarlo y salvar así a su pueblo. Todo con la ayuda de una vieja criada. El cuadro muestra a Judith recibiendo un lujoso cáliz de vino durante el banquete de Holofernes. Al fondo, su criada sujeta la bolsa en la que Judith introducirá la cabeza del general asirio.
Comiendo ostras (Jacob Lucasz Ochtervelt - 1.665, Colección Nacional Thyssen Bornemisza)
En esta escena, posiblemente ambientada en un burdel, se observan tres personajes en torno a una mesa sobre la cual una de las mujeres coloca una bandeja de ostras, mientras que un caballero tañe un laúd y una dama se dispone a escanciar vino de una jarra. La música, el vino y las ostras contribuyen a impregnar la atmósfera de cierto erotismo. Desde el antiguo Egipto, las vides se han asociado con la fecundidad y con la reproducción de la vida: en muchas escenas funerarias egipcias, las cepas cargadas de hojas y frutos representaban la resurrección.
Lot embriagado por sus hijas (Luca Giordano - 1.694, Museo Nacional del Prado)
El vino está muy presente en la imaginería clásica y en el imaginario cristiano. Tras la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, Lot y sus hijas se ven obligados a huir. El artista italiano plasma en este óleo sobre lienzo el momento en el que las hijas de Lot deciden embriagarlo para poder tener relaciones con él y perpetuar la estirpe, ante el temor de no encontrar hombres en la tierra después de escapar de Sodoma. El vino se derrama sobre la cara y pecho de Lot desde una gran concha sujetada por sus hijas.
El patio de la Aduana (Nicolás Bernard Lépicié - 1.775, Colección Nacional Thyssen Bornemisza)
Esta obra es una exaltación de las virtudes del comercio y del sistema aduanero, y representa una visión de la actividad económica de Francia en los inicios del reinado de Luis XVI. Aquí, se pesan los barriles de vino que están sometidos a control como otros productos. El vino, una mercancía ampliamente difundida y fácilmente localizable por los recaudadores, constituyó uno de los artículos gravados y una de las principales fuentes de ingresos de cualquier Hacienda. Por lo general el vino era gravado no en los puntos de consumo sino en puentes, puertos, puertas y pasos obligados de carros y caballerías. Esta obra perteneció a la colección de James de Rothschild, magnate que en 1868 adquirió Château Lafite, uno de los más destacados viñedos de Francia, situado en la región de Burdeos.
La merienda (Francisco de Goya - 1.776, Museo Nacional del Prado)
Nadie como el genial Goya supo representar el día a día castizo y el costumbrismo de su época. En las orillas del río Manzanares, un grupo de majos comen y beben despreocupados sobre la hierba, donde los jóvenes sonríen y alzan sus vasos de vino tinto ante una vendedora de naranjas que se acerca a ellos. También se puede ver un bodegón con elementos realistas en el que además de cazuelas, quesos o abundantes hogazas de pan, hay también varias botellas de vino.
Botella y Frutero (Juan Gris - 1.919, Colección Nacional Thyssen Bornemisza)
En este bodegón, de una de las principales figuras del cubismo, se yuxtaponen un frutero y dos símbolos de la sociedad de masas, críticamente descrita diez años más tarde por Ortega y Gasset en su obra La rebelión de las masas: el vino y el periódico. La prensa pasó por entonces a ser un fenómeno de masas en todo Occidente, mientras que la botella de vino se refería a un producto de consumo masivo en la sociedad francesa de la época después de la Primera Guerra Mundial. Millones de jóvenes volvieron del frente acostumbrados a beber una cantidad elevada de vino de forma cotidiana: el consumo per cápita situado en 103 litros al año en 1904, pasó en 1922 a 136.
Madrid, 30 de noviembre de 2021
J. Alfredo Gómez Pascual