No sabría muy bien decir por qué pero anhelaba regresar a ese lugar silencioso, evocador, enigmático, solitario, inspirador y sugerente, del conjunto minero de Mazarambroz. Sus minas, asociadas al arroyo del Guajaraz, afluente del río Tajo, son también conocidas como minas Layos en razón a su proximidad a este pueblo aunque se encuentran ubicadas en el término municipal de Mazarambroz.
Aunque quien no madruga con el sol dicen que no aprovecha la jornada en toda su extensión, era ya bien entrado el mediodía cuando el imponente castillete de la mina La Económica, también conocida como “Santa Rita Norte”, se alzaba y nos recibía como un vigía desde su torre ubicada en el complejo minero del Guajaraz, provincia de Toledo.
La mina fue explotada desde finales del siglo XIX hasta la década de los años 70 del siglo XX en cuyo momento se paralizó definitivamente su funcionamiento, cuya producción global llegó a alcanzar, de acuerdo con algunas estimaciones, casi 1.200 T/año de mineral. Las concesiones mineras se extendían por más de mil hectáreas, explotándose por la compañía Minas del Guajaraz la mena principal que era la galena argentífera y la blenda, ambas en yacimientos filonianos de tipo hidrotermal. La ganga estaba formada por mineral de cuarzo, pirita, siderita, dolomía, barita, etcétera. El mineral era exportado en su gran mayoría al extranjero debido a los mayores recursos que se obtenían con la venta del mismo.
Las instalaciones mineras están formadas por un complejo entramado de pozos, galerías, galerías de ventilación y pozos maestros, destacando un pozo de 290 metros de profundidad que, al parecer, dispone de varios kilómetros de galerías repartidos entre distintos niveles de explotación. Las galerías y túneles de los distintos niveles discurren paralelos aprovechando los filones de mineral.
Además del castillete de hierro del pozo maestro de la explotación, existen otras edificaciones semiderruidas como almacenes, talleres de maquinaria, tolvas y construcciones para los lavaderos y flotación del mineral, dependencias de laboratorios en los que todavía pueden encontrarse algunos testigos, depósitos y balsas, así como algunas zonas de escombreras en las que, con gran fortuna, puede todavía encontrarse alguna pequeña muestra de la galena extraída.
Tres horas después de nuestra arribada, algo inexorable nos dice que el tiempo no es posible detenerlo y es aquí, entre las ruinas del complejo minero y las escombreras, entre lo que fue y lo que ya no es, entre su rico pasado y su ausencia de porvenir, donde éste nos enseña la verdadera sabiduría del silencio.
Tras un breve y frugal almuerzo al pié de un cerro que sobresale en la meseta toledana del municipio de Layos, recorremos la zona y recogemos algunas muestras de cuarzo lechoso y cristal de roca en los filones del mismo, tomando fotografías de las cavidades del crestón rocoso. Regresamos por nuestros pasos, gozando de cuanto nuestra vista y el resto de los sentidos han disfrutado, tomando en nuestras manos las muestras recogidas sin codiciar nada más.