5 Octubre 2013

Vendimiando la garnacha por tierras abulenses

En alguna ocasión te habrá sucedido que tenías o tienes una idea interesante y que te gustaría materializarla, pero sientes y sabes que te faltan dos cosas; la primera, un pequeño empujón para asumir el riesgo, aun cuando no sepas si vas a tener éxito en tu aventura empresarial, porque en eso también consiste la ilusión y el auténtico éxito en la vida: caerse y volver a levantarse; la segunda, la financiación necesaria para poder llevar adelante tu proyecto.
Así fue, como Rubén y Elisa, Elisa y Rubén, concibieron su proyecto: “Uvas Nómadas: Garnachas de Ávila”. Un reducido grupo de personas, desconocidos entre algunos de ellos mismos, seguramente heterogéneo, y algo romántico como ellos, efectuamos pequeñas aportaciones dinerarias y, de la noche a la mañana, nos convertimos en micromecenas abrazando y apadrinando una idea y un proyecto que a algunos les pareció una experiencia atractiva y a otros nos sedujo desde el primer momento.
Aquí las aportaciones y/o recompensas que recibas, como devolución por tu apadrinamiento, se encuentran en un segundo plano porque lo verdaderamente relevante es que intrínsecamente te ilusionas e identificas plenamente con el proyecto, viéndolo desde su nacimiento, conociendo las dificultades, incidencias y avatares en su desarrollo hasta que, por fin, echa a andar y se hace tangible.
El proyecto comenzó allá por el mes de abril de 2013 y consiste en elaborar 1500 kg de garnacha de Ávila, variedad que estuvo infravalorada pero que, además de los valores que aporta desde el punto de vista enológico, cultural y social, resulta una de las variedades de uva con mayor potencial y proyección en el panorama vitivinícola nacional e internacional.
Hemos ido compartiendo distintos hitos del proceso: la elección de la parcela y zona en la que se encuentra el viñedo, en el término municipal de Cebreros (Ávila), conociendo la labor del viticultor, siguiendo especialmente el envero y la fase completa de maduración hasta culminar en la vendimia, efectuada en los primeros días de octubre, momento que se consideró el idóneo a la vista del resultado de los controles efectuados.
Después llegó la llegada y recepción de la uva en la bodega dónde se vinifica, en la localidad segoviana de Cuéllar (Bodega y Vinos Malaparte), y tras el despalillado, se inició ese momento casi mágico en el cual se produce la transformación en vino gracias a un proceso bioquímico totalmente natural como es el de la fermentación.
Regresamos de nuevo a la cosecha porque es tiempo de vendimia en muchas zonas de nuestra geografía, como en Cebreros. Es una de esas actividades milenarias que, aun siendo muy duras en la vendimia manual, singularmente en vaso, producen sensaciones de regocijo y fiesta colectiva, alegría y satisfacción.

Con las tijeras de podar dispuestas, mientras unas traen cestas y pequeñas esportillas para la recogida y llevanza de los racimos a la furgoneta estacionada a  escasos cien metros, otros vamos tomando posiciones en una pequeña hilera de cepas y, sin tregua, vamos cortando los mejores racimos y a la cesta aquí y allá, comprobando el estupendo estado sanitario de la uva como en algunas fotografías puede apreciarse.
Es un ambiente franco y de buenas sensaciones el de este día soleado. Mientras vendimiamos, sobre estos suelos graníticos y arenosos donde las raíces de la cepa son algo más profundas al filtrarse el agua con más facilidad por la arena que va degradándose, se hacen variadas chanzas entre unos y otros que, entre risas, comentarios y chascarrillos, hacen la jornada muy llevadera. Después de reponer fuerzas con una estupenda tortilla de patata y otras apetecibles viandas vuelta al tajo para algunos y, para otros, momento de doblar el lomo.
Cuando las cestas están ya prácticamente llenas con la carga prevista, llega el momento de hacer acopio y recogida del conjunto de herramientas y otros elementos de trabajo, y sin pérdida de tiempo para evitar oxidaciones, pequeñas pudriciones y complicaciones diversas en el fruto, hacerlo llegar a bodega lo antes posible.
Una vez efectuada la fermentación alcohólica, sabemos que la fermentación maloláctica se ha iniciado y el áspero ácido málico se transformará en ácido láctico. Después de pasar unos meses por barrica, el resultado dará unas 1300 botellas de vino varietal de garnacha.
Hasta aquí la primera parte del proyecto ideado por estos jóvenes viticultores y elaboradores de vino, Elisa y Rubén, con su proyecto de Uvas Nómadas que continuará, seguro, recorriendo el mapa ampelográfico de nuestra geografía.
Al final, habrá que hacer lo que siempre hemos hecho bien, muy bien. Unos nos pueden ganar por precio, otros en el mundo del lujo, pero la clase media de los vinos españoles no tiene parangón en calidad y precio en ningún otro país productor. Carpe diem.