Era ésta la segunda ocasión que tenía de visitar Ojos Negros. En la primera, hace unos cinco años aproximadamente, el viento gélido y una nevada nos hicieron regresar tras poco más de tres horas y en unas muy adversas condiciones climatológicas. Ahora, en esta segunda, la situación es muy distinta por fortuna para el grupo de aficionados que allí nos encontramos. Sin embargo, a poco más de una hora de nuestra llegada al yacimiento, y conforme al plan previsto, un grupo reducido de tres personas nos acercamos hasta la sede del Ayuntamiento de Ojos Negros para mantener una entrevista con su Alcalde-Presidente que, sin duda, resultó muy fructífera. Llevaba una encomienda del Grupo Mineralógico de Alicante (GMA) que, en unión del Grupo Mineralogista de Madrid (GMM), sobre un futuro proyecto embrionario de “Encuentro y Campamento de Asociaciones y Aficionados a la Mineralogía”.
Ojos Negros, municipio de la provincia de Teruel, es un municipio de poco más de 550 habitantes aunque llegó a tener 3.000 a comienzos del siglo XX gracias a la actividad extractiva minera del hierro. Se encuentra situado en las estribaciones orientales de la Sierra Menera, a casi 1.200 metros de altitud, y a una distancia de 75 km de Teruel, 132 de Zaragoza y 250 de Madrid.
Ojos Negros y Sierra Menera son tierras un poco olvidadas muy a pesar de lo que otrora fueron para la comarca, su provincia y la creación de riqueza que supuso durante prácticamente toda la centuria pasada en la extracción, transformación y forja del mineral de hierro. Aún cuando la actividad minera en Ojos Negros nos retrotrae a los siglos III y II a.C., hemos de viajar hasta el último año del siglo XIX -3 de Septiembre de 1900-, fecha en la que se constituyó la Compañía Minera de Sierra Menera fundada por los empresarios vascos Eduardo Aznar y Ramón de la Sota, con un capital de 30 millones de pesetas, para la explotación de una agrupación de minas.
El devenir de la Compañía Sierra Menera estuvo plagado de numerosos problemas desde su inicio hasta su cierre definitivo en el año 1987, con la disolución y liquidación de la sociedad. El primero, la construcción de la infraestructura ferroviaria que permitiera transportar el mineral hasta el puerto de Sagunto en la provincia de Valencia (204 km de vía), teniendo que construir una planta de transformación y un puerto de embarque. Además, y según numerosos estudios, los costes de explotación, transformación y transporte eran superiores a los inicialmente previstos.
Durante la I Gran Guerra, y ante la delicada situación que atravesaba la compañía, se fundó la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo (Altos Hornos del Mediterráneo), con el fin de absorber la producción de mineral de Ojos Negros y no depender de las ventas en el extranjero. Altos Hornos del Mediterráneo fue adquirida por Altos Hornos de Vizcaya y a finales de los años 60 del siglo pasado, la Naviera Aznar vendió su participación al Grupo Urquijo.
Por si esto fuera poco, por entonces, los costes de transporte del ferrocarril minero se incrementaron y en el año 1970 se rescindió el contrato de concesión del ferrocarril de Ojos Negros-Sagunto pasando a depender de RENFE. La crisis de la siderurgia en 1974 y la posterior reconversión en la década siguiente supuso el cierre casi total del cliente más importante de Sierra Menera (Altos Hornos de Vizcaya en Sagunto). En 1981 se autorizó el primer expediente de regulación de empleo de la compañía, y tras la suspensión de pagos y posterior quiebra, en 1987 se apagaron definitivamente sus hornos y con ellos la actividad que había mantenido a numerosas familias y que había dado vida y riqueza a los pueblos de la comarca y a su provincia.
Actualmente, la vía verde que discurre por el trazado del antiguo “Tren Minero” mira esperanzada al futuro. Es el de Sierra Menera un paisaje evocador y lleno de contrastes en el que pueden visitarse los diferentes barrios de Ojos Negros construidos con motivo de la actividad minera (Barrio de La Relojería, Barrio del Hospital, del Centro, de La Estación, etcétera), en los que se conservan algunos edificios relacionados con la compañía como el economato, el casino, las oficinas, la iglesia, la piscina y restos como las casas de los trabajadores conocidas como “casas de Manolo”, las cocheras, en las que se reparaban los trenes y las ruinas de la estación.
Atardecía y después de recoger algunas muestras de siderita y dolomía con buenas cristalizaciones, paseamos por los paisajes agrestes, llenos de sugerencia y atractivo de las minas de Ojos Negros, comprobando como testigos mudos sus lagos y balsas, taludes y pozos, nos hablan de un vivificante pasado que, quizá, ya no vuelva a brillar con el esplendor que lo hizo.
Sí, hay algo casi mágico que te invita a ir y deambular por Ojos Negros y sus minas a cielo abierto, ascendiendo a los miradores de “La Marajosa” y del “Alto del Lobo”. Es algo que habla del silencio.